¿Dios Me Acepta Cómo Soy?
Cuando leemos el manual de la vida, la Biblia nos encontramos con una palabra que tiene unas connotaciones relevantes para nuestra vida, no es sólo una frase hecha, hace parte de un evento que Dios orquesta y que si lo entendemos puede llagar a cambiar nuestras vidas.
Cuando mamá dice a voz en cuello expresiones como: «Está servido», «Pasen a la mesa», «A comer» podemos hacer varias lecturas.
La primera puede ser: Tengo hambre y qué bueno que ya sirvieron la cena, ya era hora, muero de hambre. ¿Qué habrá de comer? A lo mejor hoy prepararon el guisado que tanto me gusta.
En segunda instancia puede representar una orden, mamá o quien sirve la mesa puede enojarse si no bajo a tiempo, la vez pasada me demoré unos pocos minutos y al llegar al comedor sentí esa mirada acusadora por haber dejado enfriar los alimentos y haber hecho esperar de mi presencia al resto de los comensales.
Otra, es el momento de reunión íntimo de una familia. En medio de las ocupaciones del día a día, sentarse a comer es en ocasiones la única opción de estar juntos y compartir unos momentos.
Mientras comemos contamos cómo estuvo la jornada, recordamos anécdotas, hablamos de la novela que está por comenzar, se van generando temas varios, curiosidad por la vida de otros familiares…en fin.
Existen familias que aprovechan estos momentos para reunirse a hablar de temas decisivos, entretenerse con algún juego o pasa tiempo, planear las próximas vacaciones o revisar los gastos de la familia.
No podemos ignorar que este espacio se usa para celebrar un cumpleaños, un logro académico, la adquisición de un vehículo o de una casa o la despedida de un ser querido.
Dios es un experto en eventos y en servir mesas, es el mejor anfitrión que te hayas imaginado nunca, por lo general está enviando invitaciones por doquier; para algunos puede ser como ese familiar que incomoda con sus reiteradas solicitudes de compartir un bocadillo en su casa.
Los planos materiales en los que vivimos son una figura de lo que también sucede en lo espiritual, cuanto más entendamos lo sobrenatural en el plano natural, más fácil lo entenderemos y lo caminaremos.
La mesa nos habla de INTIMIDAD
Si alguno de nosotros ha sido por primera vez a la mesa de una familia ajena, podrá identificarse con algunos momentos incómodos que se presentan, ya que en ese momento papá recuerda como Juan vomitó al dentista, o mamá les dice a todos como la joven adolescente que hoy cuida mucho su apariencia, cuando era una bebé salía corriendo desnuda por el patio de la casa para huir de la hora del baño.
Son esos espacios donde los hijos miran frunciendo el ceño y dicen: Basta, no hables de eso que me apena.
La incomodidad se presenta también porque se habla de temas en los que por ser un extraño, se desconocen, no se tiene la confianza de aportar algún comentario, pues es tan propio de los familiares, no se tiene un contexto claro de lo que se está hablando.
Puedes compartir la mesa ocasionalmente con un desconocido, pero si esta situación se vuelve constante, esa persona empieza a tomar una identidad para nosotros.
De igual manera, alguien que frecuenta nuestra mesa es porque tiene un vínculo con nosotros y es por eso que Dios usa este cuadro, para llamar nuestra atención a los espacios privados.
En masa es fácil hablar de que debemos agradecer a Dios, tal vez nos animemos a elevar una oración en algún momento particular, pero lo que desconocemos es que el Creador del cielo y la tierra, desea ser más tenido en cuenta cuando no hay testigos de lo que hacemos, decimos, sentimos o pensamos.
Por tiempos hemos apropiado el concepto que la espiritualidad se inquiere públicamente en templos, en lugares de convocatoria masiva, sin embargo, la esencia de todo esto radica en la personalización de Dios en cada uno de nosotros.
Podemos imaginar un Smartphone que se ofrece en el mercado, pueden haber miles de ellos, es viable que muchos conocidos tengan ese mismo modelo y referencia, pero cada uno de estos artículos adquiere colores, carcasas, protectores de pantalla, ring tones particulares; Dios es uno y está en todas partes, pero no será nada especial si no está personalizado a ti.
La invitación del Señor es a que compartas tus momentos más personales, cuando fallas y cuando aciertas, cuando te comportas bien y cuando ruegas que nadie vea lo que has hecho.
Dios no está tan interesado en ayudarte y premiarte cuando haces parte de una colectividad que eleva una oración protocolaria a esa fuerza que gobierna el universo, sino a aquellos que como locos, hablan solos y le cuentan a Jesús sus acciones, situaciones y pensamientos más internos.
Jesús dijo en el evangelio de Mateo que se comprometía a premiar públicamente a aquellos que se encerraran a hablar con Dios sin testigos ni auditorios.
La mesa nos habla de un LLAMADO
Así como mamá alza su voz y nos convoca a comer, Dios nos invita a participar de su provisión para cada uno de nosotros, si hay alguien que se interesa en hacerse presente en nuestro camino, ese es Dios. Lo hace a través de la creación, no se le puede atribuir la precisión y majestuosidad de lo creado a una casualidad. El milagro de amanecer con vida cuando muchos fallecen por diversas circunstancias es una muestra de la cercanía de Dios. Una lectura como esta que llega a tu corazón es un vehículo utilizado por Dios para elevar su voz con tu nombre.
Las invitaciones o llamados a la mesa son para aquellos con los que queremos compartir o conocer implica hacer sentir importante a quien es convocado, somos tan importantes para el Señor, que nos llama a conocerle y a recibir el perdón de pecados por medio del sacrificio de Cristo por cada uno de nosotros.
Se dice que al final de los tiempos Dios dispondrá de un gran festín con aquellos que le hayan aceptado como su salvador, en este momento, sabemos que muchos han tomado esa decisión, es decir, la reunión tendría un éxito total, habrían millones de asistentes, sin embargo, esa mesa no se ha servido aún esperando que aquellos no tienen una relación con Dios, la puedan iniciar para sentarse a participar del convite.
No podemos desconocer la verdad absoluta de los dos destinos finales para toda la humanidad; el primero es separados de Dios, donde no habrá alegría ni celebración y el otro es en su presencia disfrutando beneficios y alegrías interminables, es ahí donde se llevará a cabo este sin igual evento al que toda la humanidad está invitado, pero debemos aceptarla por medio de una amistad única e intransferible con Dios.
La mesa nos habla de PROVISIÓN
No pienses que hemos pasado por alto el uso más obvio de la mesa, que es alimentarse, nutrir el cuerpo para hacer sostenible la vida en el cuerpo.
Es triste y contradictorio pensar en una mesa vacía o escasa, a los amantes de la comida puede parecerles emocionante la idea de una mesa que tiene variedad de platos. Es exquisito poder comer en cantidades abundantes nuestros platillos favoritos.
Es por ello que Dios se da la oportunidad de transportarnos a un lugar en el podemos hacer uso perfecto de este cuadro. Todo lo que la humanidad requiere para ser suplida se encuentra en la mesa de Jesús y los alimentos que se sirven no sólo son físicos sino espirituales. Podrías imaginarte un rico plato que te quite el hambre sentimental, una apetitosa bebida que te sane de tus dolencias y enfermedades, una jugosa juliana de carne con la que tendrás sabiduría, ¡Esto es espectacular!
Hablábamos en párrafos anteriores nos referimos respecto a la recompensa de Jesús al que se acerca a Él en privado, y ¿Por qué no? la provisión puede ser una de ellas, pero algo muy importante a resaltar es que los seres humanos estamos inclinados a buscar favores, las recompensas nos vienen bien y nunca sobran. Es por ello que en ocasiones nos ponemos a la disposición de alguien o algo que nos permita recibirlas, en ocasiones esto se vuelve una prioridad preponderante que puede llegar a modificar nuestros estilos de vida en procura de buscar el dinero, las propiedades, el status, el reconocimiento, el buen nombre, bueno, la lista puede ser extensa.
Pero lo que ignoramos muchos de nosotros es que toda esa provisión es una añadidura de tener una relación con Dios, tan invaluable es que lo que para nosotros es una premura obtener, para Dios son adicionales, habiendo otros aspectos más relevantes por alcanzar.
Es decir que un momento en privado con Dios puede añadirte toda la provisión que has estado buscando.
Pedro el pescador trabajó toda la noche por una colecta de peces en sus redes que no llegó, subido una noche entera sobre su embarcación sin resultado alguno, pero bastó una palabra del maestro de Galilea para que las redes se rompieran y la embarcación se hundieran por la cantidad de peces recogidos.
La mesa nos habla RESTITUCION
Es evidente que no compartimos la mesa con alguien con no queramos relacionarnos; qué incómoda situación es aquella en la que dos parientes enemistados no tuvieron más opción que sentarse uno junto al otro. Los enemigos no se invitan a la mesa, las personas indeseables se mantienen lejos del convite.
Pero supongamos que esa diferencia se soluciona, una muestra de la restauración de esa relación es podernos sentar juntos a compartir ese momento a la mesa.
Un monarca muy próspero recordó una vieja promesa, de ayudar a los sobrevivientes del que fue su mejor amigo. Así que dispone sus esfuerzos y recursos en localizar a los familiares.
Para sorpresa del rey, el hijo de su mejor amigo vive, lamentablemente está incapacitado para usar sus piernas y desde la muerte de su padre su situación cambió mucho; su abuelo también había sido rey y seguramente sus primeros años de vida fueron especiales y esplendorosos, pero luego de la triste partida de su padre y abuelo en una batalla este joven perdió su vida como la inició.
El rey de turno llama a este joven y lo invita a vivir a palacio y le asegura que comerá de su mesa; devolverlo allí es restituirle el estilo de vida que perdió, es devolverle la posición que había perdido.
Dios llamándonos a su mesa representa que lo que nos arrebataron las circunstancias, nuestros propios errores, lo que se escapa de nuestro control, Dios nos lo devuelve.
Somos más valiosos de lo que pensamos, Jesucristo dio su sangre por nuestro rescate y compartir a la mesa nos devuelve los derechos que hemos perdido como el derecho de ser perdonados, el derecho de ser amados, el derecho a descansar de las adversidades, el derecho a recibir provisión para la vida.
No importa quién seas o lo que hayas hecho, Dios te llama a su mesa ¿Aceptas la invitación?
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